Primeras veces
EP01 - Relato de bienvenida
Tu primer día en una ciudad distinta. Tu primera llamada de socorro a casa. Tu primera pandemia. Tu primer post. Primeras veces… qué ilusión, qué miedo, qué dolor de tripa. A mí en general todo me da dolor de tripa, pero ese es otro tema.
Era miércoles de hace cuatro años. Lo sé porque aprovechaba el descuento del día del espectador para mi visita semanal al cine: la sesión nocturna de una sala pequeña de barrio.
Hacía frío, noche de invierno profundo en Madrid. Para alguien que ha vivido toda su vida en una zona rural con el cine más cercano a 70 kilómetros, nunca hay suficientes condiciones climáticas adversas para cancelar semejante ritual de salvación. Los Cines Victoria estaban a cinco minutos de mi nuevo piso de estudiantes. Tenían cuatro salas modestas y acomodador. Lo que yo traducía como un sueño.
La clase de espectadores que concurríamos en aquellos pases siempre serán mi tipo de gente: vecinos currelas que terminan tarde la jornada, parejas que no esperan al finde para verse, personas sin ganas de socializar, jóvenes estudiantes que dejan todo para el último día o matrimonios con antojo de comida rápida para cenar. Con ellos compartía los momentos de tensión y risas cómplices de cada película. Ni siquiera sé cuál tocaba esa noche, todo recuerdo lo acaparan los minutos previos al inicio de la proyección.
Identifiqué la campaña en el primer acorde: “Start your Impossible” de Toyota. La increíble historia de Lauren Woolstencroft mantenía la atención de toda la sala:
Yo había visto el spot unas semanas antes. Concretamente en la prueba de voz de la adaptación del spot al español. Había sido uno de los anuncios de la Super Bowl, sin presiones. Solo era una frase, el claim final. Una pieza tan emotiva y brillante que ni siquiera necesitaba traducción, pensé. Sin saber aún muy bien cómo, allí estaba yo, diciendo aquella frase en todas las formas e intenciones posibles. Era tan principiante que tenía que disimular los nervios bebiendo agua entre tomas.
No contaba con verlo, ni allí ni nunca. Y de repente, final, cartela y voz. Contuve la emoción sin levantarme del asiento. Miré de reojo las caras de la sala esperando ver alguna reacción en la penumbra. Todos devoraban sus palomitas, expectantes por el inicio de la peli, sin ser conscientes de la trascendencia del momento que yo acababa de vivir. Lo normal.
Meses más tarde, después de mudarme y no tener nada claro mi rumbo profesional, recorrí Madrid a propósito para volver a aquella sala. Encontré la persiana bajada y la fachada cubierta con una lona de “próxima apertura”. El recibidor donde tantas veces había consultado la cartelera albergaba ahora las cajas de un supermercado. El golpe de realidad me dio duro, sentí que estaba todo mal.
“Start your Impossible”. A veces pienso en la ironía de aquel título. Decidí empezar.
Desde aquí vaya mi agradecimiento a los cines que me acogieron en mi llegada a la ciudad.
Hoy estreno este espacio en las mismas circunstancias. Sintiéndome igual de novata y con la misma emoción contenida por enseñar el trabajo que me ilusiona a otros, personas que sólo esperan a que empiece la película.
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