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Lo humano

EP02 - Un audio especial

Almaceno cientos de audios. Soy esa persona del grupo que captura y custodia en discos duros los recuerdos. Una nostálgica incorregible. Me pasa con cualquier cosa: una frase, una idea, un libro, una foto o cualquier formato audiovisual susceptible de ser guardado. Puedo repasarlos una y otra vez sin cansarme. Me atrevería a decir que descubro cosas nuevas en cada reproducción. Pero ocurre algo especial con la voz.

Hay algo en la forma de contar de la gente que me fascina. La voz no solo recoge su historia, habla de cómo son. Su edad, su estado de ánimo, sus expresiones, sus muletillas, el pudor o la seriedad que dan a cierta parte del relato. Puedes percibir inmediatamente el desahogo en una confesión o puedes volver a llorar de risa escuchando una y otra vez esa misma anécdota.

Esto no pretendía convertirse en un alegato en defensa de mi profesión, pero seamos serios, no hay Inteligencia Artificial capaz de reproducir ni reemplazar esto: la emoción, lo humano. Cada voz encierra algo único. Es un medio que no sólo recoge la historia, sino que la transmite. Es en la voz donde las historias encuentran su legado. Me explico.

Hace cuatro generaciones y un siglo, año arriba año abajo, mi tatarabuelo se quedó dormido mientras regaba. Aún hoy nos conocen en el pueblo como Los Dormíos. Así lo contó mi abuelo Antonio hace unos años en una entrevista en la radio local:

Intervención de Antonio Romero en tertulia sobre huerta, siega y riegos. Archivo Radio Tobarra Municipal, 2013.
« ¿Pero tú sabes por qué a mí me llaman «El Dormío»? Te lo voy a explicar. Mi abuelo fue al que le pusieron «El Dormío». Pasó a mi padre y después a mí. Y ahora te voy a decir por qué. Como estaba trabajando de día, de noche se fue a echar la jornada. Y, claro, pues estaba en la [acequia] tapando. Era riego grande que había y le sobraba tiempo. ¿Y qué hizo? Sentarse allí pegao a «La Pará» pa’ cuando le avisara el otro. Y ya le dice: “¡Jesús, quítala!”. Y nada. “¡Jesús!, ¿es que no la quitas?» Y fue… y estaba durmiendo. Y entonces le pusieron «El Dormío». Estaba reventao y él de estar allí viendo el agua que le daba en las piernas, fresquica y eso… ¡pues menuda mosca que le dio! Y ese mote pasó a mi padre y después a mí, después a mi hijo… y así va la cosa. »

En su voz, en su relato, se perciben los nervios ante el micro y un innegable orgullo. Un minuto que recoge su buen sentido del humor y la sencillez que lo caracterizaban. Es lo que cuenta y cómo lo cuenta. Otra lección póstuma. Gracias, abuelo.

He estado ausente por aquí un tiempo, pero hoy era un buen día para volver y compartir uno de los audios más especiales que conservo.

Lo que cuento y cómo lo cuento. Lo que cuento y cómo lo cuento.

Una Dormía.

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